"En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da."
Antonio Machado

jueves, 8 de abril de 2010

A.K 100

El pasado 23 de Marzo una de las figuras con más importancia en la historia del cine por sus aportaciones técnicas y artísticas, su estilo estético y su modo de ver y apreciar la vida, hubiese cumplido 100 años, estamos hablando de un director que a lo largo de todos estos años ha sido etiquetado con varios calificativos nada despreciables, apodado como “El Emperador”, “El más occidental entre los orientales”, “El alumno aventajado de John Ford”…y así hasta llegar a su nombre propio que no necesita de tanto apodo para hacerse con su propio trono. Akira Kurosawa.

No faltamos a la verdad si decimos que con Kurosawa existe un antes y un después en el mundo del séptimo arte…Muchos de los grandes cineastas que conocemos han bebido de sus obras para generar las suyas propias, han recogido sus ideas y las han trasladado hasta sus continentes, haciendo olvidar al público cual era el verdadero origen de tanto éxito y originalidad.
Muchos de los grandes genios de nuestra historia han surgido del fango y de la pobreza, siendo ellos los únicos que pueden transmitir el verdadero sentir de ciertos estados anímicos que generan el desarraigo, el desamparo, la ambición y la soledad. Akira era el octavo hijo de un oficial descendiente de guerreros samuráis. Por este motivo siempre estuvo interesado por estas figuras del medievo japonés, por sus rituales y sus férreos códigos de conducta. En su infancia Kurosawa tuvo que vivir uno de los acontecimientos que marcarían su conducta hacia la vida, junto a su hermano mayor deambularon por las calles llenas de cadáveres de la ciudad destruida de Kanto que devasto un terremoto en 1923, enfrentándose con tan sólo 13 años a sus miedos y temores más ocultos.

El hermano mayor fue el encargado de llevar el pan a casa, siendo narrador de películas mudas. La propia familia Kurosawa seria una de tantas familias que vivieron el trauma del paso del cine mudo al sonoro. Akiro abandonó su corta pero prometedora vida de pintor y se presentó a las pruebas de selección para ingresar en la Toho, superándolas como ayudante de dirección de Kajiro Yamamoto, a quien siempre consideró un maestro. Tras su periodo de aprendizaje debutó en el cine en 1943 con “La leyenda del gran judo”, película fiel al espíritu de la industria japonesa, que en plena guerra, sólo era primordial alentar los valores nacionales para hacer frente a cualquier enemigo invasor.
En 1948 crea su propia productora para poder controlar todo el proceso de creación de sus obras y ser el único en tomar las últimas decisiones, valorando de esta manera su status de “autor”. En el mismo año realiza “El ángel ebrio” donde impondría a sus personajes un espíritu revelador propio de las superproducciones norteamericanas. Y además en este título trabaja por primera vez con Toshiro Mifune, uno de sus actores fetiche hasta los años 60. Dos años después, llegaría uno de sus primeros grandes éxitos en Europa y Estados Unidos tras hacerse en el Festival de Venecia con el León de Oro con “Rashomon” (1950). Criticado fuertemente en su país por creer que su obra se separaba de sus idearios y se occidentalizaba cada vez más, Kurosawa realiza “Vivir” (1952), una historia reflexiva al más puro estilo oriental, en donde se enfrenta a uno de los miedos más conocidos del ser humano, la muerte. La imagen de Takashi Shimura, su otro actor fetiche, columpiándose mientras cae la nieve es una de las escenas inolvidables de su cine.

Entonces llegarían “Los siete samuráis” en donde claramente, se homenajea al cine de John Ford. Una película de samuráis con un formato idéntico a los western, pero regalando un estilo visual muy diferente que años después se sigue repitiendo, no obstante tuvo su remake en EEUU a cargo de John Sturges en “Los 7 Magníficos”(1960) y un año después Kurosawa estrenaría “Yojimbo” (1961), que seria plagiada de una manera fantástica por el gran Sergio Leone en “Por un puñado de dólares”(1964).

También tocó el género literario llevándolo siempre a su terreno, autores como Dostoievski, Gorki o Simenon, todos ellos fueron traducidos a través de su cámara a la gran pantalla con su característica visión, con títulos como “El Perro Rabioso” (1949) pero el más significativo fue Shakespeare, realizando una de las mejores adaptaciones de “Macbeth” que se conocen en “Trono de sangre” (1957). Luego le daría la inspiración a George Lucas para su saga galáctica con “La fortaleza escondida”. Las críticas por su manera de occidentalizar sus películas continuaban y al ver que muchos productores japoneses le retiraban su apoyo y su financiación, Kurosawa tuvo dificultades para sacar adelante varios de sus proyectos, pasando por momentos muy difíciles. Después del estreno en 1970 de “Dodeskaden”, Kurosawa intentó suicidarse aunque se repuso y filmó, gracias al capital que consiguió de la URSS, la que fue su única película producida en el extranjero, un proyecto inspirado en las memorias del explorador Vladimir Arseniev, “Dersu Uzala”, consiguiendo el primer oscar, que hasta entonces se le resistía, como mejor película de habla no inglesa.

Su fama le precedía así que consiguió el apoyo norteamericano para realizar “Ran” en 1985 en una particular versión de “El rey Lear”y su obra cumbre para muchos, consiguiendo ser candidato como mejor realizador de ese año, aunque la película sólo ganó el Oscar al mejor vestuario. Cinco años antes, con el apoyo de Lucas, Coppola y Silberman, y casi ciego, pudo rodar “Kagemusha” con la que también sumó el reconocimiento del Festival de Cannes.
En 1990 recibiría un Oscar honorífico en reconocimiento a su labor creativa así como su importante presencia a la hora de unir a dos cinematografías y dos países tan opuestos como Japón y Estados Unidos. Y es que Kurosawa fue el primero en romper la barrera intercultural que separaba Oriente y Occidente demostrando que los personajes no entienden de nacionalidades.

Kurosawa murió en 1998 a la edad de 88 años. Pero tuvo tiempo de rodar algunos legados como “Los sueños de Akira Kurosawa” (1990), “Rapsodia de agosto” (1991) y “Madayayo” (1993).
Seguramente he dejado atrás muchos títulos, quizás tanto o más importantes que los expuestos, una extensa carrera que muy difícil se pueden resumir de una manera fácil.